Presidente de la SNHGE 1970

Vayamos por la ruta de los médicos. No se trata de casos aislados, en nuestro medio, ni el resto de la República, digamos por estos lares desde fines del siglo pasado con Gonzalitos, y en tiempos contemporáneos tenemos a los doctores Eduardo Aguirre Pequeño, Enrique C. Livas y Rodolfo Arroyo Llano, de quien me ocuparé en las siguientes líneas.

La afición de escribir del Dr. Arroyo Llano es lejana, data desde los tiempos, que se van haciendo viejos, de su estancia, en función de su profesión, en Querétaro.

Al radicarse en Monterrey de nueva cuenta, hace de ello más de veinticinco años, dio a sus impulsos de escritor más amplia difusión.

Preocupado por las cuestiones históricas ingresó a la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, en la que ha venido actuando con regularidad.

Ha presentado varios trabajos históricos, que acusan dedicación y un sentido analítico desarrollado. Activo y dispuesto a servir a la Sociedad y a la comunidad, con beneplácito de los compañeros ha desempeñado con acierto y entusiasmo diversas comisiones de beneficio público.

Algo seguramente ha contribuido en esta afición, el parentesco del Dr. Arroyo Llano, con altas personalidades de nuestra historia, como el caso de aquel gran hombre don Manuel María del Llano, que tanto se distinguiera durante la crítica etapa del Plan de Ayutla, a la Revolución de la Reforma, la promulgación de la Constitución de 1857 y la Intervención Francesa.

Más aún existen ligas también de sangre nada menos que con el Secretario de Zaragoza, Lic. Manuel Z. Gómez.

Una razón más que acentuaba ese afán del Dr. Arroyo y Llano de investigar, por todos los medios imaginables sobre la vida y obras de ese gran mexicano.

Se explica así la razón de ser de ese magnífico libro “Ignacio Zaragoza”, escrito por el Dr. Llano, en 1972, precisamente con motivo del Centenario de la batalla del 5 de Mayo. Dice en la introducción:

“Recordar es veneración a nuestros héroes, sacar a la luz pública desde los viejos arcos empolvados, los hecho que significaron a nuestros antepasados, es lo menos que podemos hacer con motivo del Centenario de la famosa batalla del 5 de mayo de 1862”.

Labor ardua de investigación y de requisición de documentos, fotografías y biografías, antes no conocidas, dan categoría especial a esta obra, a lo que hay que agregar la oportunidad.

Como si fuese poco lo que significa, por sí mismo, la edición del libro, el Dr. Arroyo y Llano se echó a cuestas, con la anticipación del caso, la tarea, cerca del Ejecutivo Federal, Gobernadores de los Estados y funcionarios de alto nivel, a efecto de que fuese oficialmente declarado el año de 1962, “Año de Zaragoza”, empeño que cristalizó al publicarse el Decreto respectivo.

Por el mes de abril de este año de 1977 culmina la labor historiógrafa del Dr. Arroyo y Llano al principiar a circular su libro “Manuel Z. Gómez”, que, en limpia y magnífica impresión, en sus páginas, contiene una bien documentada biografía del licenciado don Manuel Z. Gómez.

A este esfuerzo, a este espíritu de acometividad y realización, hay que aplaudir por cuanto tiene de significación en la historia regional, en el descubrimiento, así, de un personaje de tanto valer, de quienes apenas si se le citaba como Secretario de Zaragoza y Gobernador de Nuevo León en época aciaga.

Ahora lo tenemos al alcance de la mano, redivivo, con datos interesantísimos y documentos hasta ayer desconocidos.

Entre ellos cuenta con especial categoría el “Diario del Cnel. Miguel Palacios”. Es la relación circunstanciada de la campaña que, iniciada en Monterrey el 5 de enero de 1867, termina el 15 de mayo del mismo en razón a que fue ocupada la Plaza de Querétaro por el ejército comandado por el Gral. Mariano Escobedo, dando fin con el efímero Imperio de Maximiliano.

En ese acto el Cnel. Palacios, al frente del Batallón Móvil 1º. De Nuevo León, fue actor valiente y honesto.

Se trata de un documento, además de interesante, curioso, porque no se sabe que en las dilatadas campañas realizadas, por el Cnel. Palacios, que murió con el grado de General de Brigada, antes y después de este acontecimiento haya escrito algo semejante.

Nació el General Palacios en Zacatecas; pero incorporado a las fuerzas de Nuevo León, aquí contrajo matrimonio y dejó familia, cuya descendencia ha ocupado lugar distinguido en la sociedad regiomontana.

Punto: por imperativos de las características de mi propósito de presentar, aunque sea en forma breve, a quienes forman parte de la cultura nuevoleonesa.